28.4.21

Evocando Medina Azahara


Laura Hernández Fernández

Un soleado día de 1069, el soberano musulmán de Sevilla, al-Mutamid, acompañado por sus cortesanos, realizó una excursión a un lugar que se hallaba situado a cinco kilómetros al oeste de Córdoba. Allí se extendía un inmenso campo de ruinas en el que las lagartijas se perdían entre muros que antaño habían cubierto estancias palaciegas. 

El lugar se prestaba a ese tipo de meditaciones: apenas setenta años atrás se alzaba allí una ciudad rebosante de vida y de esplendor que, sin embargo, fue destruida durante las luchas que acabaron con la dinastía de los Omeyas en al-Ándalus. Conforme la vegetación invadía los antiguos palacios, la memoria del emplazamiento también acabó borrándose. En época cristiana, el lugar sería conocido como "Córdoba la Vieja" y la opinión más extendida afirmaría que allí había existido una ciudad romana.

Fue sólo a finales del siglo XIX cuando textos recuperados de las antiguas crónicas árabes confirmaron que el enclave situado a poniente de Córdoba se correspondía con Madinat al-Zahra (Medina Azahara), la ciudad que el califa omeya Abderramán III había ordenado construir en torno al año 936. Todavía eran visibles allí innumerables restos y ello permitió en 1911 dar comienzo a unos trabajos arqueológicos que, con distintas alternancias, han continuado durante el último siglo. Mil años después de su destrucción, Madinat al-Zahra ya no es la orgullosa capital del califato omeya, ni tampoco un paraje poblado por evocadoras ruinas, sino un conjunto arqueológico estudiado atentamente por generaciones de investigadores que han sacado a la luz los restos de una ciudad de 112 hectáreas, de las que sólo un tercio han sido excavadas.